de PIERTONI RUSSO.
Limpios. Sin cárcel y sin pena. Y después de la muerte, hasta alabados. Es este el destino cruel –o misericordioso- de algunas personalidades de la esfera pública nacional e internacional. Me viene a la mente uno de los políticos más importantes de la historia italiana, aquel Giulio Andreotti, que fue siete veces Presidente del Consejos de Ministros de Italia, y que falleció en 2013 cuando era Senador vitalicio. Un hombre que ha sido durante medio siglo uno de los exponentes más ilustres de la política italiana y que fue condenado por el Tribunal italiano por asociación ilícita, por su implicación en asuntos mafiosos con Cosa Nostra. Pero la sentencia fue declarada nula por prescripción, habiéndose pasado el plazo máximo establecido por la ley italiana, dado que el dictamen tardó dos años en llegar.
Tenía 94 años. El funeral se hizo de forma privada, pero numerosos políticos asistieron a la misa, y miles de personas se quedaron esperando al féretro fuera de la iglesia.
Rita Barberá falleció este miércoles en Madrid, tenía 68 años. Fue Alcaldesa de Valencia durante 24 años, diputada en las Cortes Valencianas, y Senadora desde 2015 hasta su fallecimiento.
Dos días antes de morir, se presentó a los Juzgados para reivindicar su inocencia en el caso Taula, una macrocausa de corrupción que la veía imputada por blanqueo de capital que hubiera servido para financiar la campaña electoral de 2015 en las elecciones locales.
Esta era solo la última de las investigaciones donde apareció el nombre de Rita Barberá, después de los casos Gürtel, Nóos, Emarsa e Imelsa.
La derrota electoral en las elecciones valencianas de 2015 le abrió la puertas del Senado, donde adquirió el estatus de aforada. La investigación abierta por el Tribunal Supremo la llevó a un enfrentamiento con la dirección del PP que le pidió que renunciase al escaño de Senadora. Pero Barberá no aceptó, se dio de baja del partido y se quedó con escaño y salario, decidiendo entrar en el grupo mixto del Senado.
El escándalo Barberá produjo un terremoto político. El PP tuvo que distanciarse de la senadora para salvar sus acuerdos políticos con Ciudadanos, pero Barberá siguió sentándose al lado de sus ex compañeros de partido, como si no hubiera ocurrido nada. Finalmente, el aislamiento por parte de su partido caracterizó los últimos días de Rita Barberá, mientras los demás partidos políticos criticaban abiertamente la decisión de la senadora de no dimitir del cargo. Pero la senadora no cedió, y en su escaño, aforada aguantó, hasta que un infarto con su vida acabó.
Muchos llamarán herejía este paralelo entre los senadores italiano y español, y probablemente es un poco arriesgado comparar los presuntos graves delitos de mafia del político italiano con los casos de corrupción y de blanqueo de capital de Barberá. Sin embargo, es extremamente similar la dinámica judicial que ha involucrado a estos dos políticos. En ambos casos, los evidentes fallos del sistema jurídico de estos dos países, no han permitido que se desarrollaran con “normalidad” estos procesos, y los obstáculos erigidos por los partidos de gobierno con la finalidad de salvaguardar a sus miembros, han impedido que se llegara a un proceso “ágil” que permitiera lo que debería ser lo más lógico en un estado democrático: hacer justicia.
La muerte de Barberá la ha liberado de un peso enorme, el peso de la culpabilidad. Ahora puede empezar el proceso de santificación. El Partido Popular ya lo está tramitando.