En pleno siglo XXI con la llegada de Youtube y la aparición de los primeros Youtubers, la concepción tradicional del mundo se ha revolucionado por completo.
Es una plataforma digital creada para difundir videos en la red, generalmente de música o curiosidades, no obstante, esta concepción cambió cuando a finales del año 2010, empezaron a aparecer los primeros “youtubers”.
Estas personas, que comenzaron subiendo vídeos a la plataforma de forma desinteresada y como un simple hobbie, pronto crecieron hasta el punto de que a día de hoy algunos canales cuentan con una legión de fans detrás de las pantallas.
Actualmente Youtube está plagado de ellos y cada día son más las personas que se apuntan a esta nueva aventura, abrirse un canal con todo lo que ello conlleva. Lo que antes era mera diversión ahora se ha convertido en una forma de ganar dinero, para algunos el trabajo que les da de comer. Sin embargo, lo que en principio puede parecer un trabajo sencillo, puede complicarse. El mundo evoluciona y las redes sociales avanzan con él; Youtube se ha convertido en un negocio, para muchos rentable, complejo, ya que actualmente a medida que un canal crece, aparecen las primeras colaboraciones, que son aquellos pactos con marcas en las que ellas te regalan sus productos e incluso te pagan a cambio de enseñarlos. Es la misma publicidad que acostumbramos a ver en televisión pero que nos extraña e incluso ofende cuando lo vemos en Youtube.
La diferencia radica en que aunque en ambas, televisión y Youtube, disponemos de libertad para elegir qué queremos ver y qué no, es la segunda opción la que nos ofrece un abanico de posibilidades mucho más amplio dado que dispone de miles y miles de canales que el consumidor, de forma muy personal, decide seguir porque le gustan los vídeos de esa persona o por lo que le transmite al verlos. Es a raíz de esto que en algunas ocasiones los fans sienten que han sido engañados e incluso estafados por su propio ídolo en el que depositaron la suficiente confianza como para comprar los productos que él había recomendado.
Si somos capaces de cambiar de canal cuando no nos gusta lo que echan, deberíamos ser igual de libres para eliminar nuestra suscripción a un canal de Youtube que ya no nos interesa.
Pues bien, este concepto no parece estar tan claro en la sociedad, son muchos los mensajes y comentarios que los youtubers reciben a diario en sus redes sociales, criticando su trabajo y alegando que debido a su exposición pública, deben aceptar las críticas constructivas de sus fans y las que reciben por parte de los famosos haters.
Una de las polémicas más destacadas en los últimos meses ha sido la creada por la famosa marca de belleza L’Oreal y su campaña “Colorista”, una gama de productos para el pelo, que incluye champús para teñirlo de forma temporal, que se van con los lavados, y unos sprays de colores para pintar tu pelo por un día. Como es normal, las redes sociales se han llenado de publicidad sobre estos productos, siendo muchos los youtubers e influencers que han colaborado en dicha campaña. Hasta aquí todo parece normal, sino fuera porque han sido muchos los consumidores que se han quejado del producto alegando que no cumple lo que promete y que su precio es demasiado elevado para su calidad.
La polémica surge aquí, pues son muchas las personas que compraron el producto debido a las numerosas recomendaciones de sus youtubers favoritos, y que después de haberlo usado y probado, se sienten engañados, económicamente y emocionalmente.
La mayoría de las críticas coinciden en que tanto el champú como el spray resecan y estropean mucho el pelo, dañándolo por completo.
Sin embargo, también hay otras personas que afirman que les ha ido muy bien.
Quizá no haya una intención oculta y sea simplemente que cada uno tiene un pelo distinto, que puede reaccionar de una forma u otra al producto, y no se trate de publicidad engañosa que busca el beneficio particular.
La polémica seguirá abierta, e independientemente de que los productos de L’Oreal sean buenos o no, es innegable que la campaña ha sido, cuanto menos, efectiva y que ha tenido mucho éxito.
Independientemente de las numerosas influencias que nos rodean y que interfieren, en cierto modo, en nuestra vida diaria, al final la última decisión es individual y propia. Es decir, es el consumidor el que decide creer y confiar en una plataforma digital o en una marca.
La variedad de reseñas y opiniones de las que disponemos actualmente es impresionante, pero al decidir qué canal de Youtube ver o qué producto comprar, debe reinar tu propio sentido común.