de Piertoni Russo.
Una enorme V humana de 11 kilómetros – V de voluntad o votar o victoria o … – se dibujó en las calles de Barcelona el 11 de septiembre.
Desde 1980, tras el restablecimiento del Parlamento de Cataluña y la declaración de la Diada como día de Fiesta Nacional, la de ayer fue seguramente una de las Diadas más cargada de significados y recriminaciones.
1,8 millones de personas – unos 500.000 según la Delegación del Gobierno – casi todas vestidas de rojo y amarillo, reclamaron la voluntad de una gran parte del pueblo catalán de poder celebrar el día 9N la consulta invocada por Artur Mas.
El mismo día en Tarragona, se reunieron unas 7.000 personas, apoyadas por el PP y la delegación del gobierno, en contra de la consulta soberanista y para una Diada de “todos”.
El presidente de la Generalitat, feliz por el éxito de la jornada, recordó a la multitud que la consulta se celebrará sí o sí, y será convocada en las próximas semanas, probablemente a más tardar, el 23 de septiembre.
Un choque entre el Gobierno central y la Generalitat catalana que se ha convertido en un desafío que no muestra posibilidades de una salida diplomática entre las dos partes, decididas a mostrar su lado más duro para llegar a depreciar el propio adversario.
El secretario del PSOE, Pedro Sánchez, defiende la necesidad de encontrar una solución política a este enfrentamiento entre las partes, aunque subraya la “ilegalidad” de la convocatoria preanunciada por Mas. Pero parece que se haya perdido demasiado tiempo en mediaciones fútiles, y se haya llegado a un punto de no retorno donde ya resulta complicado imaginarse que una de la dos partes haga marcha atrás y cambie de actitud respecto a este tema así complejo.
Evidentemente es Rajoy lo que tiene la ventaja de poder actuar en el ámbito de la “legalidad” y de poder recurrir a cada órgano constitucional habilitado para poder parar este tramite ilegal preanunciado por el presidente catalán.
Pero, lo que se vio ayer por las calles de Barcelona fue un evento que no puede ser menospreciado. La gran voluntad de gran parte de los catalanes de llegar a celebrar la consulta, aunque el resultado no tenga valor vinculante, es evidente. Y todavía más evidente es la poca energía con la que el gobierno central se haya opuesto hasta ahora a la consulta.
Salvo el caso Pujol – que ha afectado directamente a los directivos de CIU y CDC, la coalición de la que Mas es presidente, preocupando seriamente por las consecuencias que hubiera podido tener en la consulta – todavía no hemos visto ninguna medida fuerte por parte de Rajoy que podría de momento desestabilizar y desvalorizar el trabajo hasta ahora cumplido por el líder catalán.
Quedan pocas semanas a la convocatoria oficial de la Consulta, será ahora importante entender cuánta gana queda por ambos lados de sentarse y buscar alternativas compartidas por las dos partes para poder evitar un choque todavía más violento.