Más de 1200 fallecidos por el virus del ébola que está exterminando parte de la población de los países de África Occidental, entre ellos Sierra Leona, Liberia, Guinea y Nigeria.

La infección viral aguda que produce fiebre hemorrágica en humanos y primates está preocupando siempre más a Occidente y a los países de África. Un brote ya conocido en los años ’70, pero que ahora se está difundiendo con facilidad y rapidez entre la población africana.

Este brote no tiene vacuna, probablemente por el hecho de que este siempre ha sido un virus de los africanos, limitado a este continente y poco “ventajoso” para la industria farmacéutica que nunca ha tenido interés en invertir dinero en una vacuna destinada a un pueblo pobre, como el africano.

La muerte en Madrid del sacerdote español Miguel Pajares, infectado por el virus de ébola en Liberia, primer europeo en contraer esta enfermedad, ha aumentado el nivel de preocupación de EEUU y Occidente respecto a este tema. En las últimas semanas en EEUU, Austria, Alemania y Turquía han sido hospitalizadas varias personas con la sospecha de haber contraído el virus.

EEUU se empieza a preocupar por el desarrollo del ébola y una farmacéutica americana, la Mapp Biopharmaceutical, anuncia que ha preparado una vacuna, “ZMapp” que será experimentada con los enfermos que han contraído el ébola. Pero se comunica que la vacuna no se inyectará a los africanos. La farmacéutica explica que los infectados africanos son demasiados y no se puede sostener el coste de la vacuna, elevado para intentar curar a todos los enfermos del continente negro. El presidente de EEUU, Barack Obama justifica la decisión de la farmacéutica afirmando que, de momento, no se tienen informaciones seguras sobre la eficacia de esta vacuna.

A mediados de agosto el subdirector de Salud Pública de la Agencia Sanitaria de Canadá, Gregory Taylor, comunica que Canadá cuenta con 1500 dosis de una vacuna experimental y que Canadá sí que enviará a África hasta 1000 dosis de esta vacuna

La Organización Mundial de la Salud declaró hace pocos días el virus de ébola como una emergencia pública y reivindicó la necesidad de destinar 100 millones de dólares para combatirlo.

Nuevamente nos encontramos delante de una diferenciación de valores entre los seres humanos: el blanco y el negro, el occidental y el subdesarrollado. El valor de la vida sigue bien distinto y el Occidente no se molesta activarse hasta cuando no está directamente afectado por un problema. Los números pierden importancia y aumentan las distancias de valor entre la muerte de un “nuestro” y la de un ciudadano del mundo.