de Marimé.
“Torobaka” es una palabra creada para dar nombre al espectáculo de Israel Galván y Akram Khan. Evoca dos animales sagrados, pero además, podría parecer una palabra oriental que ya existiera antes de este espectáculo. En Torobaka se ha originado un nuevo lenguaje que nace del maridaje de dos artistas únicos en el mundo.
¿Cómo ha nacido este lenguaje? Parece que del flamenco, del kathak, de la improvisación, de la imitación del uno al otro, de lo animal, de la conversación a través del ritmo, de la comunión con la música y con los músicos.
Dentro de un círculo sagrado, allí estaba el flamenco desde el principio del espectáculo, pero ¿cómo? Flamenco sin botas, flamenco, sin cante flamenco. Estaba la esencia, estaba el ritmo y estaba lo jondo. El flamenco hablaba desde otra dimensión, desde otro lugar y con otras perspectivas. Canciones populares españolas, El vito, Los Cuatro Muleros, Anda Jaleo, reformuladas dentro de este círculo mágico y creativo, a tono con el nuevo lenguaje, evocan lo oriental, lo andaluz, lo misterioso y lo divertido. Las pinceladas de humor en el lenguaje musical y dentro de la propia coreografía dan fe de un intenso proceso de creación, de un encuentro creativo de dos figuras que han tenido que desafiarse a sí mismos, aprender el uno del otro, respetarse y vivir plenamente el acto creativo, dando paso a veces al sin sentido, que dentro del círculo, queda encerrado en un acto único e irrepetible.
Israel Galván, ya con sus botas de flamenco y frente al micrófono se expresa bailando flamenco en un leguaje de-construido, donde es el músico quien zapatea por su boca e Israel quien remata con toques de humor al micrófono. Le contesta Khan moviéndose como un animal con botas en las manos, jaleado por el cante y la versión musical de El Vito. De la misma forma que Khan no se pone las botas de flamenco, Israel Galván no se pondrá los ghungrus, que hará sonar dispuestos en el suelo. Por su parte Akram Khan bailará con los cascabeles (ghungrus) en los tobillos como lo es por tradición en el kathak. El respeto del uno por el otro y el miedo a un territorio desconocido, dan lugar a una nueva forma de utilizar las botas, de utilizar los cascabeles y de explorar nuevas formas de expresarse.
En Torobaka, el escenario es un espacio sagrado donde el público participa sintiendo e interpretando la comunicación, la comunión entre los artistas que forman la escena. Torobaka no narra una historia, sino que es un acto artístico entre dos formas de danza diferentes, opuestas, que se transforman para llegar a puntos de encuentro.
El público asiste a un acto sagrado de comunicación artística, un rito donde el espectador juega un importante papel recibiendo un mensaje esencial y artístico. Tanto es así que los asistentes se han emocionado durante el espectáculo y finalmente se han puesto en pie, aplaudiendo, vitoreando y agradeciendo sin límite haber formado parte del encuentro.
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