de ÁLVARO CARREÑO GUADAÑO.
Pese a haber pasado cien años, este conflicto y su recuerdo sigue enquistado y sin superar. Ayer hizo su primer centenario un hecho vergonzoso y denigrante, ya no solo por su naturaleza horrible e inhumana, si no por unos silencios y negaciones que hieren a la humanidad.
El 24 de abril de 1915, las autoridades otomanas (Actual República de Turquía) ordenan la detención en Constantinopla (Actual Estambul) de un grupo de intelectuales e ilustres ciudadanos otomano-armenios, siendo apresados y ejecutados. Tradicionalmente se establece aquí un largo periodo, hasta 1923, el cual unos califican como genocidio, mientras otros, ya sea por convicción, miedo o interés, juegan en una patética y avergonzante guerra terminológica: “Graves incidentes”, “Masacres controladas”, “Guerra civil”, “Asesinato masivo” hasta “Terrible carnicería” como se ha atrevido a calificarlo el presidente estadounidense Barack Obama desde Washington, haciendo equilibrismo sobre un alambre finísimo y evitando a toda costa utilizar la palabra: GENOCIDIO.
El gobierno armenio, otros ejecutivos nacionales y varios investigadores y universidades, afirman que las víctimas de esta persecución a ciudadanos del extinto imperio otomano de origen o etnia armenia y religión cristiana, pueden concretarse en torno a 1.500.000 muertes, sin contar los miles y miles de armenios que forman una gigantesca diáspora extendida por el mundo, de bastante relevancia en países como Rusia, Francia, Argentina, Líbano, Canadá…
La cita para honrar estos muertos no reconocidos era este año en Ereván, capital de la República de Armenia, un pequeño país caucásico, crisol de culturas y puerta entre dos continentes. Con apenas tres millones de habitantes y una situación económica complicada, la joven Armenia tiene un complicado tablero político en el que mover sus peones. A este centenario enfrentamiento con Turquía por el no reconocimiento del genocidio armenio por parte de las autoridades otomanas, (antecedentes de las actuales turcas) se le une la complicada situación diplomática con la República de Azerbaiyán, también vecina y enfrentada al gobierno de Ereván por una serie de enclaves de dudosa soberanía.
En Ereván se han dado cita este año varios líderes mundiales y varios enviados por gobiernos de todo el mundo. Ha destacado la presencia en los distintos actos del presidente ruso Vladimir Putin, tradicional aliado del gobierno armenio por su pasado soviético, y del presidente francés François Hollande, representante de uno de los países más solidarizados con la causa Armenia. Ambos presidentes instaron al mundo y a la Turquía de Erdogan a reconocer este genocidio silenciado.”Se han dicho palabras importantes en Turquía, pero hay otras que aún se esperan, para que el dolor compartido pueda convertirse en destino compartido” dijo el presidente galo, haciendo alusión a unas sorprendentes declaraciones del Presidente Erdogan, las más sensibles hacia el tema armenio desde el gobierno de Ankara en un comunicado: “Nuestros corazones siguen completamente abiertos a los nietos de los armenios otomanos alrededor del mundo”… Sin duda un gesto a tener en cuenta, pero insuficiente para los descendientes de las víctimas del que muchos consideran el primer genocidio del siglo XX.
Bien es cierto que estas últimas palabras oficiales desde Turquía nos hablan de una cierta tendencia que en un futuro no muy lejano, hará que necesariamente el país reconozca oficialmente los hechos para reconciliarse con su pasado y afrontar definitivamente su proceso evolutivo. Este cambio de tendencia también afectará a otros países, pues únicamente 21 países reconocen oficialmente el genocidio armenio: Argentina, Armenia, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Líbano, Lituania, Holanda, Polonia, Rusia, Eslovaquia, Suecia, Suiza, Uruguay, El Vaticano y Venezuela. En otros países, como por ejemplo España, se niega la utilización de este término para el caso armenio. En los últimos días el presidente de la república alemana, Joachim Gauck, ha utilizado por primera vez el discutido término, ha pedido perdón por la colaboración y complicidad del gobierno alemán del momento (Aliado del imperio otomano durante la Primera Guerra Mundial) y se ha presentado voluntario a mediar entre los dos países vecinos de fronteras cerradas.
Por todo el mundo, la comunidad armenia ha salido a la calle frente a las embajadas turcas para pedir reconocimiento y memoria para sus muertos. Ciudades tan dispares como Teherán, París, Beirut, Jerusalén o Nueva York han servido como altavoz en el mundo de esta centenaria reivindicación, incluso en Estambul, donde algunas decenas de activistas turcos e internacionales han secundado una manifestación pidiendo a su gobierno el reconocimiento del genocidio.
Pero el gobierno turco sigue poniendo palos entre las ruedas. Lidera el negacionismo en el genocidio armenio, reconoce las muertes pero dentro de un proceso de guerra civil, desórdenes internos y nunca con la intención de exterminar a los armenios de manera premeditada, justificando su agresión por la ayuda que estos podrían haber ofrecido a las tropas rusas al inicio de la primera conflagración mundial. Además sus cifras de muertos son mucho inferiores a las utilizadas por Ereván, reduciéndose a 500.000 fallecidos.
Por casualidad, o no, este mismo viernes, el gobierno de Ankara ha adelantado los actos en recuerdo a la Batalla de Galípoli, importante hito nacional para la nación turca en este mismo contexto de la Primera Guerra Mundial, en la que las tropas otomanas vencieron el ataque de la flota británica y francesa en el estrecho de los Dardanelos. El gobierno turco ha conseguido reunir a representantes oficiales de 60 gobiernos extranjeros para rendir homenaje a los caídos de ambos bandos, destacando la presencia del príncipe Carlos de Inglaterra y los Primeros Ministros de Australia y Nueva Zelanda, entre muchos otros. Normalmente el gobierno turco celebra esta fecha, pero el día 18 de abril. ¿Por qué este año Ankara ha hecho coincidir este homenaje con el celebrado en Ereván por las víctimas de un genocidio perpetrado por turcos? ¿Es casualidad?
Lo que no es ni casual ni accidental es el nerviosismo y enfado que el tema suscita en el gobierno turco. Las declaraciones del Papa Francisco en un sermón, condenando el papel turco y reconociendo a las víctimas armenias levantó un gran revuelo mediático y diplomático, tras la violenta y amenazante respuesta de Erdogan, instándole también a reconocer los abusos cometidos sobre minorías de origen turco (Tártaros y circasianos) en Crimea y el Cáucaso. Pero esto no ha quedado aquí, las actuaciones de distintos parlamentos europeos en los últimos días para aprobar resoluciones a favor del gobierno armenio, ha provocado la llamada a consultas a los embajadores de Bulgaria, El Vaticano y Austria.
Millones de muertos y desaparecidos, encarcelamientos, deportaciones a través de los desiertos de Siria e Irak, hambre y sed, miedo, maltratos continuados, vejaciones, mutilaciones a niños, raptos y violaciones, exilio, torturas, saqueos y confiscaciones de las propiedades… Siguen intentando ser ocultadas, como muchas otras, por un mundo que evoluciona rápidamente para muchas cosas, pero de forma muy lenta para mirar de frente a nuestro pasado y afrontar con valentía y sin complejos los orígenes de nuestros problemas.