“MAX” Artes escénicas, por favor!

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de Álvaro Carreño Guadaño.

El pasado día 13 de mayo el madrileño y polifacético MataderoMadrid se convertía por unas horas en el escenario principal de todos los existentes en el país. Toda la profesión de las artes escénicas se congregaba a partir de las 19.00 h en torno a unas manzanas. Alejadas de la manzana del paraíso de Adán y Eva, la fruta salvífica del medievo, la de Blancanieves o la causante de la discordia entre las diosas del Olimpo… Las manzanas de los XVI Premios Max de las Artes Escénicas representan uno de los mayores reconocimientos en la actualidad para los integrantes del teatro y la danza en España. Reconocimiento, felicitación y estimulación, claves y esencia de una entrega de premios. El público, las instituciones, los medios y los creadores de las artes escénicas se juntan para elegir y reconocer los mejores trabajos en todos los ámbitos.

Críticas esperanzadas y Esperanzas críticas

Eventos como la entrega de los Premios Max son más necesarios ahora que nunca: Con el país enmudecido y casi intervenido por el capital, sangrado por millones de parados, con una juventud encadenada al fracaso y una vejez truncada, con el IVA cultural en máximos, el cierre de innumerables instituciones artísticas y culturales, el abandono, el latrocinio, el “ya te llamaremos”, el “los actores pagan impuestos en el extranjero” de Montoro y las cifras de una caída del 30% en la venta de localidades a espectáculos de artes escénicas, el sector necesita de una acción catártica colectiva y del consabido pellizco y tirón de orejas al gobierno, que parece estar dispuesto a dilapidar la creación artística creada y disfrutada por y para todos.

La gala fue dirigida por un histriónico Alex O´Dogherty, que cantó, actuó y danzó por la esperanza y el tesón “¡Sí se puede!” repetía y repetía en una de las actuaciones musicales de la noche. Animaba a los creadores, productores, intérpretes y trabajadores de la industria a seguir, mantener el optimismo y poner al mal tiempo buena cara, frente al chaparrón generalizado.

El gran tirón de orejas, el golpe sobre la mesa vino a cargo del Presidente de la Fundación Autor, Antonio Onetti. Fue sin duda un gran momento de la noche, cuando al abrir su discurso interpela y saluda al Señor Wert, Ministro de Educación y Cultura, y recibe la negativa de uno de los ayudantes: ¡El ministro no ha asistido a la gala!. Lo mismo pasará al nombrar al Secretario de Estado de Cultura… El mismo simbólico silencio y elocuente ausencia, nueva mezcla de dejadez y clara ruptura entre la cultura de un país y sus dirigentes. Este fue el prólogo de un discurso trufado de quejas, críticas y ataques, y que obviamente fue acompañado de aplausos por los asistentes.

Esperanza y crítica, fueron los ejes entre los que navegó la gala durante sus dos horas de duración. Mario Gas, el gran triunfador de la noche con su versión del Musical Follies, al recibir el Max a la Mejor dirección de escena exigía a las administraciones la salvaguarda de las artes y todos los oficios que las complementan: maquilladores, figurinistas, tramoyistas, peluqueros, iluminadores, maquinistas…

Las manchegas y ganadoras del Mejor espectáculo infantil con Alegría, palabras de Gloria Fuertes, agradecían irónicamente a Cristóbal Montoro la suicida subida del IVA cultural, y a la Presidenta Cospedal por eliminar toda ayuda pública de la Comunidad de Castilla la Mancha al teatro y la danza, pues gracias a todos estos obstáculos el premio sabía doblemente mejor.

Los ganadores de Mejor autoría teatral en catalán, gallego y euskera (Marta Buchaca, Carol López, Mercè Sarrias y Victòria Szpunberg por L’any que ve será millor, Eduardo Alonso por Último Cowboy y Patxo Tellería por Lingua Nabajorum, respectivamente) coincidieron en el triple mortal que significa dedicarte al mundo de la escena, patrocinar, crear y sostener un proyecto cultural en la actualidad, y además haciéndolo en estas lenguas.

     La crítica esperanzada de «La Turca»

Vamos a concedernos esta licencia, imbuidos de este generalizado contexto crítico y esperanzador y sin el ánimo de asaetear más aún un animal abocado a la muerte, si no con el deseo de espolear las ascuas del Ave Fénix en el que debe reflejarse las artes escénicas españolas.

No tuvimos ave fénix o pájaro de fuego sobre las tablas del Matadero… Pero sí tuvimos un cisne. Un cisne bellísimo, delicado, cadencioso, bello y aun así putrefacto y cadavérico. La bailarina Ana Fernández Caña, dio vida durante la actuación de sus compañeros de Morboria Teatro a la Bailarina Putreskaya un bello y decadente personaje, que baila primorosamente la Muerte del Cisne de Camille Saint-Säens, pero que sin remedio está abocado al olvido, las trabas, el ostracismo y la naftalina. Era una crítica en la línea del resto, hacia la masacre y el ninguneo hacia las artes escénicas… pero que queremos aquí llevar y acotar a la danza. Como asistentes a esta edición de los Premios Max seguimos apreciando como la danza sigue ocupando el segundo escalón, sigue siendo la hermana menor de las artes escénicas en España.

No es una crítica dirigida a nada, ni nadie en particular, pues el problema del ninguneo y el abandono de la danza es una hidra de múltiples cabezas, pero esperamos que en el futuro, cuando acudamos a unos premios de este tipo la llegada de los finalistas a mejor coreografía o interpretación dentro de la danza, sean tan reconocidos y solicitados como los del teatro. Esperamos encontrar un elenco de nominados más variado, esperamos que las compañías y espectáculos dancísticos se recuperen, tomen nuevos aires y sigan haciéndonos disfrutar… Sabemos que en el caso de la danza es aún más difícil, pero aquí tenemos el caso de Teresa Nieto y su espectáculo de danza contemporánea Tacita a tacita, que se hizo con el pleno de todos los galardones dedicados a la danza, 4 de 4: Mejor coreografía, Mejor intérprete masculino de danza (Manuel Liñán), Mejor intérprete femenina de danza (La misma Teresa Nieto) y Mejor espectáculo de danza.

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FOLLIES, la ganadora de la noche

La versión del ya citado Mario Gas para el Teatro Español fue la gran triunfadora de la noche. El otro pleno de la noche fue para esta versión del Musical de Broadway creado por  Stephen Sondheim y James Goldman. 6 de 6: Mejor figurinista para Antonio Belart, Mejor dirección de escena para Mario Gas, Mejor dirección musical para Pep Pladellorens, Mejor actriz de reparto para Asunción Balaguer, Mejor actor protagonista para Carlos Hipólito y Mejor espectáculo de teatro musical.

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Asunción Balaguer fue una de las protagonistas indiscutibles de estos premios. Se llevó la ovación de la noche mientras recibía su premio como Mejor actriz de reparto en un musical a sus 87 años. Llenó a todo el público y a los medios de emoción, y agradeció este reconocimiento tardío, que debería haber llegado antes y que cercana ya a los 90 consigue alejarla del: “Asunción Balaguer, actriz y viuda de Paco Rabal” por “Asunción Balaguer, Actriz”. Carlos Hipólito declaraba ya en el photocall que estaba agradecidísimo y sorprendido por este éxito obtenido liderando el elenco de Follies. Tras ganar el premio a mejor interpretación masculina, volvía a declarar que al tratarse de un musical este reconocimiento era mayor.

Puede decirse que En la luna de Alfredo Sanzol para Teatro de la Abadía y Teatre Lliure fue otra de las triunfadoras de la noche, al llevarse tres de los premios más codiciados: Mejor autoría teatral en castellano, Mejor actor de reparto para Juan Codina y finalmente Mejor espectáculo de teatro.

Y en cierto modo puede decirse que la gran derrotada de la noche fue otra de las creaciones del Teatro Español, la increíble adaptación del éxito de Steinbeck por Juan Caño Arecha y Miguel del Arco, De ratones y hombres. Partía a priori como favorita, con sus doce nominaciones, de las que solo consiguió llevarse Mejor escenografía para Eduardo Moreno y Mejor diseño de iluminación para Juanjo Llorens. La ausencia de reconocimiento a esta obra fue una sorpresa, tanto como que la gran Amparo Baró por su trabajo en Agosto (Condado de Osage) fuera premiada con el premio a Mejor actriz protagonista frente a las grandes favoritas: Blanca Portillo por la adaptación del clásico de Calderón de la Barca de Juan Mayorga La vida es sueño y Carmen Machi por su increíble monólogo Juicio a una zorra, siendo por tanto una de las categorías que despertaba más expectación.

Destacar para finalizar el Premio Max de Honor a la gran dama de la escena, dramaturga y actriz: Ana Diosdado, que se llevó el otro gran aplauso de la noche y que nos sirve como cierre a este breve recorrido por los XVI Premios Max de Artes Escénicas con una de las declaraciones que hizo durante su discurso de agradecimiento:

…”¡Sí se puede, claro que se puede! Siempre se ha podido, desde hace miles y miles de años…”

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