de Manuel Elías Velasco Prieto

Mi asistencia ayer al partido de los “lunes” (Getafe-Granada), solo viene a ratificar la decadencia del modelo futbolístico en España.

El fútbol, por suerte o por desgracia, forma parte del tejido cultural patrio. En este sentido, los agentes constructores de este espectáculo deberían difundir, conservar y poner en valor este bien, con el objetivo de conseguir una conciencia social partidaria que permita su supervivencia a base de elementos cualitativos, no cuantitativos.

Sin duda, dedicar estas líneas a un asunto tan banal es una imprudencia por mi parte. Sin embargo, encuentro tantos paralelismos con la situación general en el país,  que su análisis lo llega a convertir en interesante

El modelo del fútbol español está en crisis.  Se trata de una situación a la deriva, desvencijada y sin visos de mejora. No en una ligera recesión,  más bien en una acuciante depresión que pretende ser camuflada por los éxitos en el Balón de Oro (que copan integrantes de nuestro fútbol) o los logros de la selección nacional. Asuntos, ambos, que no dejan de ser situaciones coyunturales y desencadenantes de un fenómeno más cercano al fanatismo que despierta Justin Bieber, que al fútbol entendido como entretenimiento, cultura y espectáculo.

El fútbol español actualmente se diluye en un maremágnum de horarios, deudas (paupérrima esa amnistía hacendística de la que parecen gozar los clubes de primera [1]), precios abusivos, cantidad ingente de partidos, eliminación de retransmisiones en abierto durante los fines de semana, presidentes chorizos [2], caciquismo en sus estamentos, … Todo ello conforma un tótum revolútum que perjudica al FÚTBOL, sí, con mayúsculas, y a sus seguidores presentes y futuros.

El fútbol como bien inmaterial, hay que cultivarlo y cuidarlo. Del Bosque anda incidiendo en esta idea en los últimos tiempos. Sin embargo, no sé si sus palabras van en la dirección que pretendo imprimir en este artículo, o se dirigen hacia la calidad estética del mismo. Bajo mi opinión, el modelo debe iniciarse y cimentarse en los seguidores, y a partir de ese principio rodearlo de un entorno que lo enriquezca. Esto ocurrió durante la década de los 80-90, pero ahora la tostada ha dado la vuelta.

El fútbol en España mira única y exclusivamente por un modelo económico devorador, mal planteado por las televisiones. Según mi criterio, se está perdiendo el seguimiento de los estratos más jóvenes de la sociedad. Un seguimiento entendido como fascinación hacía el fútbol en su conjunto, lejos del fenómeno fan anteriormente citado, que sin duda puede existir, pero sustentado en el conjunto no en individualidades (quizás aquí deberíamos hablar más bien de frikismo, en lugar de fanatismo).

Con la eliminación del fútbol de calidad en abierto, la admiración al espectáculo por parte de los más jóvenes decrece. Sin ir más lejos, mi entusiasmo hacía este deporte nace gracias a las retransmisiones matinales de la liga alemana en Telemadrid (no sueñes, esto sí que nunca volverá [3]), los sabrosos partidos en abierto  de los sábados (aquel Ronaldo en Barcelona) o las maratonianas retransmisiones de radio al más puro estilo José María García.

Pero esta admiración también se enraíza en los campos de fútbol, compartiendo los partidos en familia, acudiendo desde joven al campo, palpando el ambiente “sano” del deporte… Actualmente, y regresando a nuestro punto de inicio, el partido Getafe-Granada, el equipo azulón lleva a cabo una campaña para que los colegios e institutos de la zona acudan al estadio, pero los horarios y esa falta de “cultura” (permítaseme esta palabra) futbolera, provoca que el Coliseum no cuente apenas con jóvenes seguidores. Y es que el fútbol, en estas plazas pequeñas, cada vez se está pareciendo más a las Iglesias en España, donde los feligreses mayores de 50 años son mayoría absoluta.

Pero no nos equivoquemos, la culpa de todo este embrollo no recae única y exclusivamente en las televisiones. La participación de otros medios de comunicación, como las radios, a las que ningunearon el año anterior con el tema del canon [4] y únicamente fueron capaces de sacar varios comunicados[5] , en lugar de paralizar sus retrasmisiones. La obcecación por parte de algunos clubes, entrenadores y jugadores de alejar el fútbol cada vez más del público: convirtiendo a los jugadores en entes intocables, no permitiendo acudir a los seguidores a los entrenamientos o eliminando el fútbol durante las navidades, cuando más tirón podría tener, son medidas que van en detrimento del fútbol entendido como espectáculo. Una idea que sin duda ya pasó a la historia, pero que ligas como la inglesa o la alemana (que paradoja) continúan respetando a pesar de obtener mayúsculas ganancias económicas.

Tampoco quiero dejar de lado el papel del espectador, aquel que consciente de todo este castillo de naipes continua consumiendo fútbol en todas sus acepciones. De nuevo reflejo de parte de la sociedad en la que nos encontramos.

A pesar de todo, existen excepciones que confirman la regla, o quizás líneas que algunos deberían continuar. Las acciones del “Cholo Simeone”, previas al anterior clásico, acercando a los aficionados al último entrenamiento en el Calderón, el mismo día del partido, son un ejemplo de ellas. Presidentes que pretenden la modernización del fútbol español [6]  desde su base, marcan la senda a seguir en los próximos tiempos.

De todas estas aguas es muy probable que vengan unos densos lodos. Cuando Messis, Ronaldos, Iniestas y compañía no anden por estos lares, veremos que gallo nos canta. No olvidemos que nada es permanente, e igual que hace unos años el boxeo era deporte nacional o en la Antigua Roma la lucha de gladiadores se vivía con ferviente pasión, el fútbol no es inmortal, más bien, para muchos comienza a ser un incómodo pasajero. Ya se sabe: todo fluye, nada permanece.

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