de Piertoni Russo.
Berlusconi y Grillo ganadores, Bersani y Monti los grandes derrotados. Este es el éxito de las elecciones generales de Italia de 2013 que tuvieron lugar entre el domingo 24 y el lunes 25 de febrero en Italia. Elecciones que en principio debían ser una pura formalidad para la coalición de centroizquierda de Pier Luigi Bersani, gran favorito para gobernar en Italia después del paréntesis de los 15 meses del gobierno técnico de Mario Monti. Y estas mismas elecciones también tenían que sancionar la “muerte” política de Silvio Berlusconi, el político más criticado de la historia italiana de las últimas décadas. Nada de todo esto. Italia se encuentra en el caos político completo, sin posibilidad de poner un acuerdo sobre el futuro del país.
La coalición de centroizquierda “Italia. Bene comune” consigue el 29,53% de los votos por la Cámara de Diputados y el 31,60% por el Senado, muy por debajo de las expectativas. La coalición – gracias a la ley electoral que da el 55% de los escaños al primer partido votado – tiene la mayoría absoluta en la Cámara pero no asegura la gobernabilidad en el Senado, donde ninguna coalición logra un número suficiente de escaños para poder gobernar sin el apoyo de miembros de partidos antagonistas. La coalición de centroderecha guiada por Berlusconi cumple una recuperación inesperada y ni siquiera inimaginable hace unos meses y logra el 29,13% por la Cámara y el 30,66% por el Senado. Increíble es también el resultado electoral del Movimento 5 Stelle de Beppe Grillo, ex cómico italiano pasado a guiar un movimiento de protesta que no tiene un color político, parcialmente euroescéptico, formado por miembros que nunca han sentado en el parlamento y que critica fuertemente la antigua casta política italiana. El partido se define como una “libre asociación de ciudadanos” que condena abiertamente a la corrupción. Después de varios meses de campaña electoral de su líder Beppe Grillo, que ha llenado las plazas de toda Italia con sus comicios electorales como nunca se había visto hace tiempo, y que ha evitado aparecer en televisión, prefiriendo hablar exclusivamente por medio de su blog, el movimiento ha conseguido lograr votos tanto del electorado de derecha como de izquierda, agrupando todos los electores decepcionados de la política italiana de los últimos años, y consiguiendo el 25,55% de los votos por la Cámara – primer partido por número de votos sin tener en cuenta las coaliciones y que, por este motivo, tiene el derecho de meter un miembro de su partido como presidente de la Cámara- y el 23,79% por el Senado. Finalmente, la coalición que apoyaba el primer ministro Mario Monti, que ha guiado el gobierno técnico de los últimos meses. Su coalición logró el 10,54% por la Cámara y el 9,13% por el Senado. Una auténtica derrota que representa una crítica a la línea pro-europeísta de la Alemania de Angela Merkel, una de las mayores defensoras de Mario Monti, economista muy apreciado en Bruselas. Uno de los primeros comentarios hacia las elecciones en Italia ha llegado precisamente de Alemania donde Angela Merkel ha expresado su preocupación por la situación italiana, con la prima de riesgo que se dispara y sube a los 412 puntos y la bolsa de Milán que cede un 5%.
Excluyendo a priori la posibilidad de un gobierno que junte la derecha a la izquierda, la única posibilidad sería una alianza del partido de centroizquierda con el partido de Grillo. Cosa que resulta muy improbable, visto que su movimiento nació con la finalidad de “eliminar” del escenario político italiano todos los antiguos partidos que han llevado a Italia a esta situación de incertidumbre económica, crisis social y corrupción. La única alianza posible resultaba ser la de la coalición de centroizquierda con la de Mario Monti. Sin embargo el resultado decepcionante del partido de Monti hace innecesario una alianza entre las dos coaliciones, visto que, aunque se juntasen, no conseguirían llegar a tener un número suficiente de diputados para tener la mayoría necesaria para gobernar el país.
El Partido Democrático de Pier Luigi Bersani, todavía incrédulo por el resultado, aunque tenga el derecho a formar el nuevo gobierno, es el verdadero derrotado de esta jornada electoral. Una coalición que quizás paga caro la decisión de sus miembros de elegir a Pier Luigi Bersani como candidato premier, un político honesto y serio, pero poco innovador y que carece del carisma necesario para guiar una coalición de gobierno. Además, el partido ha conseguido malgastar una ventaja notable sobre sus antagonistas, y ha conseguido resucitar a Silvio Berlusconi y su coalición, dada por moribunda hasta el pasado diciembre, cuando Silvio Berlusconi tomó la decisión de volver a guiar su partido, considerándose el único líder capaz de ganar las elecciones contra sus enemigos “comunistas”.
El Partido Democrático, una vez comprobado los resultados electorales, no ve otra solución que convocar nuevas elecciones; algo que por el momento no parece poder solucionar el problema de la mayoría absoluta que se necesita para poder gobernar con tranquilidad y para sacar fuera a Italia de una crisis económica de estas proporciones. Convocar otras elecciones no llevaría a resultados muy distintos de los tenidos en las elecciones del 24 y 25 de febrero. La única solución parece ser la de formar un gobierno de centroizquierda que necesite de vez en vez el apoyo del M5S de Beppe Grillo. Cosa que expresaría la precariedad de este gobierno, y que poco ayudará a Italia a salir de una crisis económica siempre más preocupante. Aunque el mismo Grillo ya ha afirmado hoy que nunca llegará a una alianza con otras coaliciones y que “se tomarán decisiones sobre la posibilidad de apoyar o no al partido de gobierno según la ley que se vota cada día”. Berlusconi no cree útil convocar nuevas elecciones y que, por el momento, la cosa más importante es formar una coalición que gobierne: “Italia necesita ser gobernada”. Por último, la pregunta que se hizo Mario Monti la semana pasada y que seguramente está compartida por muchos italianos y políticos y ciudadanos extranjeros: Berlusconi ha sido el “cáncer” de la política italiana de los últimos años; esto está claro y resulta ser el pensamiento común de la mayoría de los políticos internacionales y de los miembros de la EU. Sin embargo, si los italianos siguen votando a Berlusconi, ¿tenemos que seguir pensando que en Italia el problema es Berlusconi o que, en realidad, son los italianos mismos?
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