de PIERTONI RUSSO.
Stephane Charbonnier, Bernard ‘Tignous’ Verlhac, Jean Cabut, Bernard Maris, Georges Wolinski, Philippe Honoré, Moustapha Ourrad, Elsa Cayat.
Los ocho empleados del semanal satírico francés “Charlie-Hebdo” que, junto a otras cuatro personas, fallecieron el pasado 7 de enero por un ataque terrorista a la sede del semanal, por parte de dos hermanos Chérif y Said Kouachi, afiliados a un grupo terrorista yihadista. Los dos hermanos fallecieron ayer después de una operación antiterrorista de la policía francesa, que con otra operación policial mató también a un tercer terrorista, Amedy Coulibany, que a pocas horas del atentado a “Charlie-Hebdo” mató a otras cinco personas en dos ataques separados, antes a un policía, luego a un supermercado de París.
72 horas de terror para el pueblo de Francia, bajo la amenaza de los terroristas. El tiempo de recuperarse de esta ola de violencia y los franceses ya están listos para salir a la calle y manifestarse contra el terrorismo y la masacre en Charlie-Hebdo. Una masacre que horripila a Europa entera que teme que algo parecido vuelva a repetirse en los próximos meses.
Los líderes políticos europeos acudirán a la manifestación y buscarán en los próximos meses una solución común contra el terrorismo.
Ahora el problema es evitar que los partidos ultraderechistas como Frente Nacional de Marine Le Pen no aprovechen la situación para hacer una propaganda de odio contra los musulmanes y los ciudadanos franceses de otras culturas y religiones. En Francia hay unos cinco millones de musulmanes que residen en el territorio francés, y sería extramente peligroso fomentar una campaña de intolerancia, odio y discriminación contra de ellos.
La sociedad occidental paga las consecuencias de varias estrategias políticas equivocadas, que solo han provocado un empeoramiento de las relaciones entre los países árabes y EEUU y los principales países europeos. El constante bombardeo y la continua ocupación por parte de la OTAN de numerosos territorios árabes, con conflictos extenuantes que nunca han llevado a soluciones felices y compartidas, y que solo han empeorado las relaciones entre estos dos mundos que se encaran peligrosamente entre ellos, sin intentar entenderse y convivir de forma pacifica.
La violencia no puede ser combatida con violencia, y los intereses políticos y económicos deben ser apartados para dar espacio a una verdadera voluntad de solucionar estas divergencias y aprender a convivir tolerando las diferencias.
El mundo árabe no es solo Irak, Siria y Afganistán. Los líderes occidentales no deben intervenir solo en países donde se pueda sacar provecho de unas asfixiantes ocupaciones militares, de cambios políticos impuestos y de las consecuentes explotaciones económicas de los territorios ocupados.
En estos días hay un país, Nigeria, donde la organización musulmana Boko Haram ha masacrado más de 2000 personas, atentando a varias localidades de este país. La noticia apenas sale en los periódicos europeos. Cuando no hay beneficio económico y cuando no hay muertos blancos, Europa se calla. Esto no ayuda a acercar el mundo árabe a occidente, y mete en peligro el imprescindible derecho a la tolerancia. El diálogo es la única vía plausible en este momento.