Las abejas se encuentran en riesgo de extinción y, si desaparecen, también lo harán diversas plantas, afectando considerablemente a nuestro planeta.
Estos insectos, actualmente forman parte de la lista de animales en peligro de extinción. El pasado año se demostró que quedaban la mitad de los ejemplares respecto a 1988, aproximadamente 2,5 millones de individuos. En los últimos años se han extinto cuatro especies de abejas por toda Europa y esto principalmente se debe a la ausencia de áreas verdes, a la contaminación y al uso de pesticidas.
Las abejas interpretan un papel fundamental en la polinización de las plantas. En este proceso también participan otros insectos como las moscas y mariposas, que se encargan del intercambio de polen entre plantas, es decir su reproducción, y estos vegetales sirven de alimento a animales omnívoros y herbívoros. Sin embargo, pese a los demás polinizadores, las abejas continúan siendo las polinizadoras estrellas. El 75% de los cultivos en todo el mundo dependen de la acción de las abejas.
En los últimos años, la mortalidad de la abeja de la miel o Apis mellifera se ha incrementado debido a un parásito llamado “varroa”, que afecta solo a las abejas Europeas, ya que las transmisoras de este parásito son las abejas asiáticas y hoy en día son inmunes.
A parte de este tipo de parásitos invasores, otra de las causas es el cambio climático, cuyos resultados son la transformación de la temperatura, vientos huracanados, lluvias torrenciales y la subida del nivel del mar. Estos cambios tan inoportunos y rápidos no permiten que las abejas posean el tiempo necesario para su adaptación al nuevo medio.
Con la llegada de la primavera, es frecuente el uso de pesticidas en los cultivos para prevenir plagas de insectos y larvas. El ejemplo más conocido de pesticida son los neonicotinoides, que gradualmente están matando a las abejas. Estos productos químicos son absorbidos por las raíces u hojas de la planta y pueden permanecer activos hasta un máximo de 2 años.
No obstante, el peor lado de los pesticidas en las abejas es su característica neurotóxica, es decir daña su sistema nervioso y esto las conduce a la parálisis de sus actividades vitales, desorientación y pueden conllevar a la muerte. Además de ello, investigaciones científicas recientes han demostrado que las abejas se sienten más atraídas hacia el néctar de las flores que contienen neonicotinoides. Parece ser que los pesticidas se hayan convertido para ellas en una especie de droga, como el alcohol para los seres humanos, y prefieren los cultivos impregnados por estas sustancias tóxicas.
Ante la alarmante reducción del número de abejas en todo el mundo, se están llevando a cabo proyectos de investigación y de concienciación, que ayuden a asimilar la importancia de estos diminutos pero útiles insectos.
Por el momento, Greenpeace ha pedido a la Comisión Europea que prohíba el uso total de los insecticidas neonicotinoides y que se promuevan alternativas ecológicas. Anteriormente, se pensaba que estos insecticidas solo actuaban sobre la abeja melífera, pero desafortunadamente también actúan sobre otras especies como las mariposas y aves.
Cheerios, una marca canadiense de cereales, está desarrollando un proyecto para ayudar a concienciar a la gente sobre la desaparición de las abejas. Esta marca está regalando 100 semillas de plantas silvestres a todos los que las soliciten, a través de su sitio web, con el objetivo de traer de vuelta a las abejas.
El problema del descenso en el número de las abejas ha llevado a plantear en los expertos la posibilidad del uso de drones en la polinización. Tras varios intentos fallidos, un equipo de investigadores en Japón, ha conseguido por primera vez que un dron polinizase una flor. Pese al éxito de este descubrimiento, biólogos y muchos investigadores sostienen que no existe ninguna tecnología que pueda sustituir el trabajo de las abejas.