Un gran amigo y un gran artista, que cuatro años después de su fallecimiento, sigue dejando una sensación de vacío enorme en las personas que le fueron más cercanas.
Joaquín Sabina y El Gran Wyoming recordaron a Javier Krahe –en la sala Galileo Galilei de Madrid- y decidieron hacerlo de dos maneras muy distinta: la seriedad y la nobleza del discurso conmovedor del cantautor, y la comicidad y la ironía del humorista.
El evento se celebró para presentar el CD-DVD “La sonrisa de Krahe”, que recoge las actuaciones en vivo de los artistas que se sumaron a la fiesta organizada en noviembre de 2016 en la misma sala Galileo Galilei, para recordar al cantautor y poeta madrileño.
Empezó a hablar Javier López de Guereña, uno de los huérfanos de Krahe, que lo recordó como un hombre muy ecuánime, mesurado y elegante, que se tomaba la vida con mucha calma. Recuerda que tenía un plan de trabajo muy esquemático: escribir cuatro canciones al año, y sacar un disco cada tres años. Dijo que él y los amigos más cercanos de Krahe no sentían la necesidad de hacerle un homenaje, porque su recuerdo era muy presente para ellos y le pensaban todas las semanas. Pero decidieron hacerlo para todas las personas que se lo pedían. Así que finalmente se hizo el concierto de 2016. Una fiesta y no un lamento.
Siguió El Gran Wyoming que con el humorismo que le caracteriza recordó a este gran amigo, y dijo que no aceptó su muerte, porque es un acontecimiento que, en general, le cuesta asumir: “Si tengo un amigo que vive lejos y no le veo nunca, el día que él fallece, yo no lo acepto, y este amigo sigue allí. Solo es una ausencia física”. Hablando de Krahe dijo: “Todos los famosos, para mí, son como hermanos, porque vivimos en la clandestinidad y no podemos salir por la noche. Nosotros queremos salir por la noche, pero esto se acabó. Vivimos en un olimpo. Pero Krahe no era famoso, solo lo fue después su muerte”. Recordó que era una persona muy precisa y puntillosa, que sabía y que tenía un pensamiento muy racional. Una persona que se cuestionaba las cosa y que las reflexionaba.
Luego le tocó hablar a Sabina, preocupado por tener que hablar después de Wyoming: “tenerlo de telonero es un peligro. Huid de él”.
Sin duda –concluyó Sabina- los mejores años de su vida fueron los años de “La Mandrágora” y todos los viajes que compartió con Krahe. Un sabio que para él fue como un maestro, una persona que era más decente que él, y que le ha dejado huérfano. Si piensa en él y en sus canciones, se emociona y le aparece un lagrimón. El mejor amigo que ha tenido nunca y el mejor interlocutor.
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