de Álvaro Carreño Guadaño
Madrid fue el escenario donde desde ayer, 2 de octubre, y hasta el domingo 7 podrá visualizarse una gran cantidad y variedad de material fílmico, que irá desde el cortometraje o el largometraje nacional, hasta el documental o productos extranjeros. En las diversas sedes de este veterano festival madrileño y en las diversas categorías ofertadas se deduce el esfuerzo, el sacrificio y la ilusión con la que la Plataforma de Nuevos Realizadores (PNR) lucha año a año por seguir manteniendo esta ventana abierta hacia los creadores de cine independiente, doblemente meritorio en años como este. Con las instituciones públicas culturales en rompan filas y con el saqueo y bombardeo a la industria cultural y artística española, es un milagro que la organización del festival pueda mantener este escaparate en lugares tan míticos como la Sala Berlanga, situada en el antiguo Cine California, y sobre todo el que haya conseguido en este año 2012, al vigésimo primero de su formación y con el gravamen del 21% en el IVA cultural, el establecer del pago por selección en las categorías de cortometraje y largometraje. Todo un esfuerzo que año a año va situando a este evento y a quienes lo organizan como faro en medio de la oscuridad.
Fiesta y homenaje del cine independiente, propio y personal; algo que se trasluce de la sola lectura de las secciones presentadas. Esa naturaleza propia, que respeta al autor y se define como multifocal y plural es la matriz de Crónica en Cine, sección que ayer nos acercó el trabajo de la Cofradía Cinematográfica MINCASOR. Desde 2006 hacen cine específicamente para y por personas sordas, siendo a la vez difusor y visibilizador del colectivo, motor y apoyo para sus componentes y dinamizador de de la lengua de señas española y una nueva forma de trabajo actoral. Han preparado un recorrido por su breve historia y hemos podido disfrutar de La mujer del clavel de María José Carmona (2010), Marcapáginas de Marus Carmona (2008), Quiero ser oyente (2007) y Sacrificio ecológico (2006) de Lázaro Contreras, cortometrajes que ya han viajado por otros festivales y certámenes y que han mostrado al público la solvente aportación de este colectivo al mundo del cine.
Después fue el turno de otra sección aneja a las oficiales, pero que sin duda parece que sorprenderá. Hablamos de la Sección Hecho en Castilla la Mancha, presentándose trabajos de directores manchegos o relacionados de algún modo a través de sus proyectos con esta comunidad autónoma. Es el caso del documental Buñuel y su Orden de Toledo de Jesús Fernández (2011), obra protagonizada por un genio creador y por una maravilla: El creador en mayúsculas es Luís Buñuel y la maravilla la histórica y cien veces retratada ciudad de Toledo. Se establecerá un diálogo e interacción entre una de las mayores triadas creadoras de la historia cultural española y la capital manchega. El punto de partida es el propio director del proyecto, que nos presenta su documental como un homenaje a la figura del gran director aragonés. Jesús Fernández fue Saturno en la Tristana de Buñuel (1970), compartiendo vivencias con el genio durante más o menos tres meses en Toledo, lugar mágico y casi telúrico para el maestro y así heredado por el discípulo. De este modo iniciamos el recorrido por la juventud despreocupada, revolucionaria y creativa del cineasta, rodeado de sus compañeros de la Residencia de Estudiantes de Madrid, entre los que destacan el genial pintor Salvador Dalí y el inmortal poeta y dramaturgo Federico García Lorca. El resultado de esos cerebros y almas efervescentes, las calles y simbologías ocultas o visibles de la Toledo histórica, la formación revolucionaria recibida en el Madrid de la “Edad de Plata” y el cambio generalizado de una época mutante en el nuevo y reformulador siglo XX, es La Orden de Toledo. De la mano del creador, del también director Rafael Gordon o del especialista Ian Gibson podemos acercarnos a esa satírica, onírica, surrealista, freudiana, anárquica y revolucionaria hermandad de genios irrefrenables juveniles, que en unos años habrían de cambiar el panorama artístico y cultural a escala mundial.
Pasamos de El Greco, las angostas calles medievales toledanas, el vino de Yepes, el surrealismo, Garcilaso de la Vega, los muslos de Catherine Deneuve, el Hospital Tavera y la Residencia de estudiantes a la luminosidad del mar. Un mar espléndido, vivo y salvaje que coprotagoniza la primera opción presentada en la Sección Oficial de Largometraje de este Festival y que cerró la jornada inaugural. Hablamos de la película Enxaneta del catalán Alfonso Amador (2011), un producto personal, autofinanciado y libre, que lucha contra sí mismo y enarbola la bandera de la visibilidad cultural en manos de su director. Se trata de una película de amor, un amor enfermizo y en crisis continua, retroalimentado por unos personajes esquematizados. Interesa el proceso y la historia de amor entre los personajes, nada la información o perfil de sus protagonistas que son meros autómatas de una relación que les arrastra marea adentro y luego les sitúa en la playa, en un proceso de sube y baja emocional continuo, conseguido por un guión en bucle.
El guión por tanto huye de grandes explicaciones o tramas argumentales accesorias, centrándose en los sentimientos, sensaciones y visiones de una pareja en crisis cíclica, y permitiendo la interactuación y asimilación del público con ella. El director buscaba unos personajes casi vacíos y moldeables a la interpretación de cada persona que se acerque a la película, pudiendo haber pecado de excesivo hieratismo. Aún así es de destacar la profunda labor actoral de los protagonistas, puntales y piedras básicas del proyecto. Silvia Mir y Alberto Iglesias, a veces inexpresivos por exigencia del guión para evitar una excesiva teatralidad, consiguen un reflejo de naturalidad y verismo total que acerca a los espectadores al voyeurismo.
En contrapunto, a una historia tan repetitiva, de crisis ad infinitum, de otoñal personalidad se nos muestra un universo de colores, sensaciones, olores y sonidos que no hacen más que aportar realismo y veracidad en un ambiente Mediterráneo vacío, alejado del trajín veraniego. Pausada y reposada, la sensación de angustia y soledad, sensación de abandono acrecentada por los planos fijos, en prioridad total al argumento.
Enxaneta, encierra una metáfora inacabada. El Castell de las fiestas populares catalanas se personaliza en esta historia de amor, en continua ascensión/caída, siempre en continuo peligro de caer.
Extracto de Enxaneta de Alfonso Amador 2011 (PHOTO FCM-PNR)
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