Estados Unidos elimina a Cuba de la lista negra de terrorismo

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de ALEJANDRO GARCÍA ARCE.

Parece que el acercamiento entre los dos países comienza a dar pasos en firme.

Para muestra la notificación de Barack Obama al congreso de Estados Unidos en la que deja clara su intención de normalizar las relaciones con la isla caribeña.

Este hecho llega apenas tres días después de que ambos presidentes, Obama y Raúl Castro, se reunieran en Panamá, en lo que fue el primer encuentro en más de cincuenta años y un hito histórico en las relaciones políticas de ambos países.

Desde Cuba se ha celebrado esta decisión, calificándola como justa ya que, a ojos del gobierno de la Habana, nunca debió ser incluida en esa lista.

La lista de patrocinadores del terrorismo, creada por el gobierno americano en los ochenta, recogía aquellos países que ofrecían un apoyo probado a diferentes grupos terroristas y que conllevaba sanciones a nivel internacional, como el famoso bloqueo económico que la isla sufría desde hace décadas y en ella figuran países como Irán, Sudán o Siria.

El país isleño fue incluido después de que apoyara de manera activa a diferentes movimientos de guerrillas en zonas de América Latina y África, siempre escudándose en la ideología y los principios, intentándose desmarcar de las acusaciones de terrorismo, vertidas desde Estados Unidos.

El presidente Obama confirma con esta decisión que el gobierno cubano no ha prestado ningún apoyo al terrorismo ni lo hará en el futuro, dos puntos clave para poder excluir a Cuba de la lista, que se hará efectiva dentro de 45 días.

Los efectos más inmediatos serán: el levantamiento de la prohibición de exportar armas, del veto a las ayudas económicas externas, del bloqueo para acceder a cualquier préstamo de instituciones internacionales o de la restricción de operaciones bancarias. Si bien es cierto, el mayor beneficio que traerá esta medida es la parte simbólica por la recuperación del prestigio político a nivel internacional, cosa que el gobierno cubano lleva tiempo reclamando.

Por parte de los Estados Unidos, uno de los puntos clave que se “exige” a La Habana es el cese de la propaganda que se lleva haciendo del país vecino como enemigo “imperialista” y que ha calado muy hondo en la población, términos como “imperialistas yanquis” comenzarán poco a poco y de manera casi imperceptible a desaparecer de las vallas y letreros de Cuba, en lo que parece un lavado de imagen de cara a la propia opinión pública cubana que lleva décadas siendo “bombardeada” por mensajes y consignas contra el gobierno estadounidense que, de golpe y porrazo, ha pasado de ser el enemigo público número uno a ser un futuro aliado y socio comercial.

Parece que uno de los siguientes pasos que se pueden llevar a cabo es la reapertura de embajadas en La Habana y Washington, un tema que parece estancado de momento y que sería un gesto de confianza mutua y de recuperación de competencias políticas de ambos países.

La primera página de la nueva relación Cuba-Estados Unidos parece estar escribiéndose y es cuestión de tiempo que el país caribeño comience una apertura al capitalismo contra el que, durante años, han estado luchando.