Julio y agosto, los meses más temidos por los usuarios del transporte público de la capital española. Seis tramos de líneas de metro cerrados por obras, la mayoría quedará cerrado por lo menos durante un mes. Además llegó el horario de verano, cuando bus y metro pasan con una frecuencia menor y la espera bajo el sol o en los andenes se hace interminable. Las líneas 5, 6, 7, 10 y 12: todas están afectadas e interrumpidas por obras. Metro de Madrid informa que se ofrecen buses alternativos para cubrir el tramo interrumpido.
Un usuario en Twitter pregunta si la frecuencia sigue siendo la misma. El encargado de la empresa de transporte que contesta a las preguntas de los usuarios en las páginas de Twitter y Facebook subraya que el servicio substitutivo es gratuito, sin costes adicionales. El usuario vuele a hacer la misma pregunta, ya no hay respuesta. Otro usuario se mete en la conversación, comentando que ya no hace falta insistir que seguramente no habrá respuesta.
La línea 5 se atasca sobre las 13.30 de la mañana. En la hora punta. El tren para más de 10 minutos en la estación de Callao, en el centro de la capital. La gente está exasperada, muchos piden una hoja de reclamación, otros un justificante para llevar al trabajo. Una vez bajados del metro, los que deberán seguir el viaje en bus no tendrán una mayor suerte. Los buses tardan en llegar aunque se trate de una hora punta. El calor aumenta y la desesperación también.
Otros usuarios – siempre en Twitter – se quejan de los tiempos de espera interminables. Otros quieren saber qué problema ha tenido la línea 1. Metro de Madrid se disculpa por las molestias y contesta que se necesitaron unas tareas de mantenimiento que afectaron la frecuencia de los trenes. Otros rebaten comentando que están hartos de esperas interminables, informaciones erróneas y mala atención. Y estamos solo en la primera parte del verano.
Un hombre mayor – en el compartimiento del tren – intenta leer un libro mientras el tren está parado en una estación de la línea 5. Le gustaría quedarse tranquilo y seguir leyendo, pero la espera interminable lo desconcentra y finalmente cierra el libro. Recuerda al pasajero sentado a su lado que hace 30 años los trenes pasaban con una frecuencia muy parecida a la actual, pero el billete costaba solo 8 pesetas (0,005 euros). Ahora ya se están acostumbrando todos a esperar un tiempo entre los 5 y los 7 minutos para ver pasar un tren, en hora pico y en una de las líneas principales del metro de la capital.
Se habla de evolución, pero algunas veces esta palabra resulta ser sinónimo de retroceso. No queda otra que esperar, con el abanico en la mano, el final de este ardiente verano.