de José Ramón Trujillo Peraire.
Nada hacía presagiar un partido deslucido y poco emocionante, teniendo en cuenta los buenos partidos que los dos equipos habían tenido en la primera jornada de Liga. Las hinchadas ya se precalentaban antes del encuentro en la entrada de los aficionados rayistas en el vomitorio que tenían asignado. La policía montada impedía el paso mientras los vallecanos hacían su entrada, pues sabido es el cariño que se tienen los seguidores más acerrimos de ambos equipos.
Pese al calor y el bochorno, el campo parecía en buenas condiciones para el primer partido en casa del equipo colchonero. Los encargados del césped lo regaban con mimo, lo que hacía pensar que el esférico rodaría a toda velocidad por el campo y sería un partido vibrante, al menos para el amante del buen fútbol. El aforo del campo se quedó corto teniendo en cuenta que era el estreno liguero del Calderón, pero comprensible asumiendo que la semana anterior hubo copa y que el precio de la entrada no es barata.
El partido empezó defraudando las expectativas puestas antes del pitido inicial. Ambos equipos salieron poco acertados en el pase corto y no conectaban con eficacia, lo que llevaba a constantes pérdidas de balón durante los primeros diez minutos de partido. El planteamiento de los dos equipos no fue muy dispar, ambos con tres delanteros, aunque a diferencia del Atleti, el Rayo jugaba con solo tres defensas muy adelantados, buscando el fuera de juego de los de Simeone. Y viendo la poca concentración de los jugadores de Jémez se podía entrever el desenlace que tendría la apuesta del entrenador del Rayo.
Se tuvo que esperar al minuto 12 para ver la primera ocasión clara del partido. Y como no, en esta participó como creador Diego Costa, que se zafó del defensa y se internó por la banda izquierda hasta el borde del área, para luego colgarla para que uno de sus compañeros cabecera, en esta ocasión no hubo suerte. Pero desde ese momento el partido pasó a ser un monólogo del Atlético. Pocos minutos después, en el 16 llegaría el primer gol, visto el resultado (5-0), no importa mencionar de qué equipo: Gabi pica un córner desde la banda izquierda y Raúl García la introduce a placer entre los tres palos. El segundo llegaría 4 minutos después, error de la defensa rayista, pase otra vez desde la izquierda, una constante durante todo el partido, y casi sólo Diego Costa sólo tiene que empujar el balón.
Hasta el minuto 34, en que subiría al marcador el tercero para el Atlético, por obra de Arda Turan. El partido se convirtió en innumerables ocasiones para los rojiblancos, provocadas por los errores de la defensa rayista que jugaba al límite para provocar fueras de juego de los delanteros. En innumerables ocasiones les salió bien lo que provocó la recriminación constante de la grada hacia el árbitro, Iglesias Villanueva, y sus asistentes. Justo antes del gol de Turan, minuto 33, Jémez realizó su primer cambio, salió al Campo Arbillas por Gálvez. Luego, en la rueda de prensa, se le preguntaría por ese cambio tempranero, a lo que contestaría: “Mi intención era cambiar a los once, pero no se puede”. El cambio no resultó, y la defensa del Rayo siguió hasta el minuto 90 jugando con fuego, y se acabó quemando. Quizás en vez de jugadores, debería haber cambiado de táctica. Al filo del descanso hubo ocasión clara de Costa, que demasiado generoso, se la cedió a un compañero, pero la defensa del rayo, por una vez, estuvo atenta.
La segunda parte siguió la el mismo discurso y tónica que la primera. Los entrenadores, como en la primera, no se sentaron ni un instante en sus respectivos banquillos, dando constantes órdenes y consejos a sus jugadores. Por desgracia, el esfuerzo de ambos, sólo recompensó al primero. El Rayo siguió igual, a excepción de los primeros minutos en que la actitud parecía haber cambiado y se acercaron al área de Courtois.
Pero, con el transcurso de los primeros minutos, reaparecieron las mismas patologías de la defensa rayista, los síntomas, los mismos, jugar muy adelantada, al límite, en busca del fuera de juego, y poca concentración. Las consecuencias, ocasiones constantes del Atleti y dos goles más en la segunda parte. El cuarto subió al marcador en el 42, fácil para Turan, que metió el esférico, sin oposición, en la red. Un minuto antes Cobeño, el portero del Rayo, cometió un error garrafal al despejar mal el balón en ¾ de cancha, después de un despeje de la defensa atlética. Sólo fue una más de las desafortunadas intervenciones del portero, que estuvo desesperado toda la tarde, aunque su defensa tampoco le ayudaba mucho. Fruto de esta desesperación, en la primera parte, explotó y cuando iba a recoger el balón para realizar un saque de puerta, dio una patada al esférico en dirección a la afición del atlético. La cual le brindó con afectuosos y cálidos insultos. Con el marcador en 4-0, la afición se relajó y empezó a saborear el buen partido de su equipo. Se olvidaron de la hinchada del Rayo y se empezaron a acordar de la del Barça, con el que jugarán, la semana que viene, la vuelta de la Supercopa. Improvisaron, en un ejercicio de buena imaginación, una versión colchonera del himno del Barça, claro que, en este caso, el equipo condal no salía muy bien parado, como en el original en catalán.
Finalmente, los jugadores rojiblancos, gracias a su esfuerzo y ambición, consiguieron brindar a su afición la manita, que siempre endulza la tarde a los seguidores del equipo victorioso y se la amarga a los del equipo arrollado.
Como dijo Jémez, un (muy) mal partido lo tienen todos los equipos durante la temporada liguera. Y mejor antes que después.
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