¡El poder se sube a la cabeza! Sean de izquierda, de centro o de derecha. Es lo que está pasando en estos días convulsos y frenéticos en Italia, donde, a partir del día de las elecciones generales, el 25 de febrero de 2013, se ha creado una situación de incertidumbre y precariedad que no parece llevar a nada positivo.
Los resultados de las elecciones fueron muy inciertos, con un partido y dos coaliciones que no llegaron a tener la mayoría absoluta en el Parlamento. Se trató de un empate por número de votos entre el centroizquierda guiado por Pier Luigi Bersani (Partito Democratico), el centroderecha con Silvio Berlusconi (Popolo della Liberta’) y el Movimento 5 Stelle de Beppe Grillo, un movimiento sin color político que no ha aceptado bajar a compromisos con ninguna coalición. La necesidad de gobernar Italia en un momento complicado, con una crisis que está llevando al extremo el pueblo italiano, exhausto por la falta de trabajo, por las dificultades económicas que no permiten al país crecer y salir de esta situación de inmovilidad, y una creciente actitud negativa que está llevando a los ciudadanos a no creer en ninguna posible salida de esta situación de recesión. En Italia, según datos oficiales, cierran mil empresas por día.
El centroizquierda, ganador efímero de esta tornada electoral, tuvo por medio del Presidente de la República, Giorgio Napolitano el mandato para intentar formar un gobierno capaz de encontrar una estabilidad y de poder gobernar de forma perdurable en Italia. La crisis avanza muy de prisa y no hay tiempo que perder. El resultado electoral ha sido muy insatisfactorio para la coalición de centroizquierda, favorita en vísperas para la victoria final. El pueblo italiano no ha creído en Pier Luigi Bersani, candidato premier de una izquierda que, como está pasando en España, no consigue encantar ni ilusionar a la gente, y se queda a un paso de los objetivos que, hipotéticamente, tendría que alcanzar sin problemas. La coalición de Bersani ha ganado por un puñado de votos, una victoria inútil que ha obligado a su líder a intentar negociar con el partido de Beppe Grillo. Varios han sido los intentos sin éxito entre las dos fuerzas políticas del país. Y la respuesta ha sido a partir del primer instante muy clara: no negociamos con quien hace una política anticuada, que lleva veinte años prometiendo cosas que nunca cumple. Y el no más redondo, Bersani lo recibió en directo streaming, cuando los exponentes del M5S humillaron al candidato de la izquierda en un encuentro donde pareció claro que el partido de Grillo no tenía ninguna intención de negociar con Bersani, sino de reírse de él en directo delante del pueblo italiano. En verdad, la postura del M5S siempre había sido clara y nunca se había abierto a una negociación con el PD. Bersani lo intentó hasta el final, y desesperado tuvo que rendirse definitivamente delante del último humillante no.
Esto de la alianza entre centroizquierda y M5S pareció el único pacto posible en Italia para poder gobernar. La alternativa hubiera sido negociar con Silvio Berlusconi, es decir, pactar con el diablo. Y Berlusconi, en estos últimos 43 días insinuó continuamente al partido de Bersani, proponiendo un pacto para gobernar a cambio de la elección de un candidato de su coalición a nuevo Presidente de la República Italiana, ahora que termina el mandato de Giorgio Napolitano. El mismo Giorgio Napolitano, hace unos días, aconsejó a las dos coaliciones encontrarse para negociar una posible salida de Italia de este atolladero. El centroizquierda, teniendo claro que una eventual negociación con Berlusconi hubiera desacreditado el movimiento delante de sus electores, rechazó las propuestas de negociación con el centroderecha hasta que recibió el no definitivo de Grillo. Pero la adicción por el poder finalmente ganó sobre todos los principios éticos y sobre cualquier forma de decencia y pudor. El pasado 10 de abril Pier Luigi Bersani y Silvio Berlusconi se encontraron para negociar una posible coalición de gobierno, pactar el nombre del nuevo Presidente de la República, y devolver Italia a la antigua, corrupta y podrida política de siempre. Berlusconi ha ganado otra vez.